Por si alguien no se ha dado cuenta, en España están en plena campaña electoral. (Un pequeño paréntesis para anotar lo fantástico que es estar fuera de España en estas fechas y ahorrarme gran parte de todo ese caos. No soporto las ensaladas de insultos, falsas promesas y descalificaciones que suelen ser el plato habitual de esas fechas.) Según Rodríguez Zapatero, dentro de 10 años los chicos van a salir de la ESO hablando inglés con fluidez. Es impresionante lo poco que cuesta prometer cosas cuando no se tiene ni idea de lo que se está hablando. Porque lo que es prometer, lo ha prometido, pero en ningún momento ha dicho cómo piensa hacer que esa promesa se cumpla. No ha dicho qué piensa hacer para que dentro de 10 años los chicos de ESO salgan hablando inglés con fluidez, y con los medios que hay ahora eso es prácticamente imposible. Así que... quiero verlo. Como profesora de inglés de secundaria en excedencia, quiero verlo.
Hace años ya que un grupo de compañeros, profesores de inglés, hicimos una propuesta a nuestro centro. Una propuesta inviable, según se nos dijo. Básicamente consistía en distribuir a los alumnos según su nivel, dentro de cada curso, y hacer las clases de inglés dentro de una determinada franja horaria para que los alumnos pudieran repartirse en grupos por nivel. La idea era trabajar a partir de ese nivel y al ritmo que fuera necesario, no al ritmo que marca la programación. Como se trabaja en una escuela de idiomas, vaya, o casi, porque aunque apuntábamos que lo ideal era un máximo de 12 alumnos por aula, sabíamos que eso era imposible. También pedíamos más recursos, en ese momento “más recursos” significaba simplemente un reproductor de audio por profesor y varias aulas dedicadas a idiomas, con armarios donde poder guardar el material para no tener que pasearlo por todo el centro. En esos momentos “eso” era inviable. Hoy en día debería haber más recursos. Un reproductor de vídeo, además de uno de audio. Y acceso a Internet. Y acceso a los recursos reprográficos. Y sí, otra vez, un máximo de 12 alumnos por aula, y todos al mismo nivel. Y que dé igual el curso académico en el que está el alumno, por favor, que su aula de inglés sea la de su nivel real, no la del curso académico. Imagino que hoy esa propuesta es todavía más inviable que antes. Así que sería un detalle que alguien me explicara cómo piensan conseguir que dentro de 10 años los alumnos que salgan de ESO hablen inglés con fluidez, porque me muero de intriga. Mientras haya entre 20 y 30 alumnos por aula, cada uno con su nivel y todos con el mismo libro y el mismo programa que cumplir es imposible pensar en un buen nivel de inglés, sobre todo si encima pretendemos que sean capaces de hablar con fluidez. Puede que algunos, los justamente estén en el nivel adecuado, avancen algo, pero no precisamente en cuestión de habilidades orales.
Muchos padres me han dicho que en el colegio no se puede aprender a hablar inglés, que para eso hay que ir a una escuela de idiomas. Y sí, tienen razón, la mayoría de los alumnos no aprende mucho inglés en el colegio, y mucho menos a hablarlo. Eso sí, pocos padres se paran a pensar en las diferencias de recursos que hay entre una escuela de idiomas y un instituto o un colegio concertado, aparte de que el profesor es “nativo”, claro (luego hablo de eso). Por una parte, el máximo de alumnos por aula suele ser de 12, los alumnos siempre están en un aula en la que hay todo lo que tiene que haber. Los alumnos tienen un material adaptado a su nivel porque antes de entrar se les hace un examen y se les pone con el grupo que corresponde a su nivel. Durante las clases se puede controlar a los alumnos mientras hablan en inglés entre ellos (como mucho hay 4 grupos de 3, 3 de 4 o 6 parejas) y hay tiempo para que los alumnos se escuchen entre ellos, y no se da por acabado un tema si los alumnos no lo han asimilado, lleve una semana o lleve un mes acabarlo. Y encima, si un alumno no se comporta y resulta que impide el avance de los demás, el responsable de la escuela de idiomas no tiene ningún problema en cambiarle de grupo o en ponerle de patitas en la calle, directamente.
En un instituto o en un colegio los profesores no suelen ser “nativos”, además, los alumnos están en grupos de 20-30, hay varios niveles en cada aula pero todos tienen el mismo libro y todos tienen que cumplir unos objetivos determinados de antemano, sin conocer el punto de partida de cada alumno (los profesores diseñan material especial para los alumnos con NEE, eso sí, y se supone que también hay que controlar su trabajo). El hecho de que haya tantos alumnos por aula implica que el profesor a duras penas puede controlar el trabajo oral de sus alumnos y que los 55 minutos de clase no son suficientes para que los alumnos puedan escuchar el trabajo oral de sus compañeros. En las aulas en las que no hay ningún tipo de material audiovisual (los departamentos de lenguas extranjeras suelen disponer de algunos reproductores de audio, pero los reproductores de video tienen que ser reservados con antelación y hay que ir a buscarlos, lo que se traduce en una pérdida de tiempo significativa) ni tampoco ningún lugar donde guardar el material adicional que pueda ser necesario (hablamos de un simple armario cerrado con llave, que conste). Además, suele haber un presupuesto para fotocopias al que hay que ajustarse. Ah, y si un alumno (o unos cuantos) decide que su deporte favorito es no hacer nada de provecho y reventar las clases, no se le puede sacar del aula.
En cuanto a eso de los profesores “nativos” o “no nativos”. Después de haber trabajado en varias escuelas de idiomas, siendo en muchos casos la única profesora de inglés “no nativa” de la plantilla, he llegado a varias conclusiones. Ser nativo no implica que uno conozca su propia lengua, que la hable correctamente, ni que tenga los conocimientos necesarios para enseñar. Para darse cuenta de lo que digo basta con hacer el experimento al revés y pensar en cómo habla y escribe su propia lengua la gente de la calle, en general. ¿Verdad que muchos de ellos no son un buen ejemplo de uso de su propia lengua? Pues ahí voy. Muchos de los profesores de escuela de idiomas “nativos” que he conocido no tenían más que el equivalente al bachillerato. De hecho, los profesores “nativos” cualificados para enseñar en un colegio de enseñanza reglada suelen acabar ahí, en la enseñanza reglada, o haciendo cualquier otra cosa, entre otras cosas porque lo que cobran en una escuela de idiomas es una miseria y se van en cuanto encuentran un trabajo mejor pagado. Y si no están cualificados para la docencia en colegios también suelen irse en cuanto encuentran otra cosa que les permita vivir mejor, como servir copas en un bar, por ejemplo.
Hace años ya que un grupo de compañeros, profesores de inglés, hicimos una propuesta a nuestro centro. Una propuesta inviable, según se nos dijo. Básicamente consistía en distribuir a los alumnos según su nivel, dentro de cada curso, y hacer las clases de inglés dentro de una determinada franja horaria para que los alumnos pudieran repartirse en grupos por nivel. La idea era trabajar a partir de ese nivel y al ritmo que fuera necesario, no al ritmo que marca la programación. Como se trabaja en una escuela de idiomas, vaya, o casi, porque aunque apuntábamos que lo ideal era un máximo de 12 alumnos por aula, sabíamos que eso era imposible. También pedíamos más recursos, en ese momento “más recursos” significaba simplemente un reproductor de audio por profesor y varias aulas dedicadas a idiomas, con armarios donde poder guardar el material para no tener que pasearlo por todo el centro. En esos momentos “eso” era inviable. Hoy en día debería haber más recursos. Un reproductor de vídeo, además de uno de audio. Y acceso a Internet. Y acceso a los recursos reprográficos. Y sí, otra vez, un máximo de 12 alumnos por aula, y todos al mismo nivel. Y que dé igual el curso académico en el que está el alumno, por favor, que su aula de inglés sea la de su nivel real, no la del curso académico. Imagino que hoy esa propuesta es todavía más inviable que antes. Así que sería un detalle que alguien me explicara cómo piensan conseguir que dentro de 10 años los alumnos que salgan de ESO hablen inglés con fluidez, porque me muero de intriga. Mientras haya entre 20 y 30 alumnos por aula, cada uno con su nivel y todos con el mismo libro y el mismo programa que cumplir es imposible pensar en un buen nivel de inglés, sobre todo si encima pretendemos que sean capaces de hablar con fluidez. Puede que algunos, los justamente estén en el nivel adecuado, avancen algo, pero no precisamente en cuestión de habilidades orales.
Muchos padres me han dicho que en el colegio no se puede aprender a hablar inglés, que para eso hay que ir a una escuela de idiomas. Y sí, tienen razón, la mayoría de los alumnos no aprende mucho inglés en el colegio, y mucho menos a hablarlo. Eso sí, pocos padres se paran a pensar en las diferencias de recursos que hay entre una escuela de idiomas y un instituto o un colegio concertado, aparte de que el profesor es “nativo”, claro (luego hablo de eso). Por una parte, el máximo de alumnos por aula suele ser de 12, los alumnos siempre están en un aula en la que hay todo lo que tiene que haber. Los alumnos tienen un material adaptado a su nivel porque antes de entrar se les hace un examen y se les pone con el grupo que corresponde a su nivel. Durante las clases se puede controlar a los alumnos mientras hablan en inglés entre ellos (como mucho hay 4 grupos de 3, 3 de 4 o 6 parejas) y hay tiempo para que los alumnos se escuchen entre ellos, y no se da por acabado un tema si los alumnos no lo han asimilado, lleve una semana o lleve un mes acabarlo. Y encima, si un alumno no se comporta y resulta que impide el avance de los demás, el responsable de la escuela de idiomas no tiene ningún problema en cambiarle de grupo o en ponerle de patitas en la calle, directamente.
En un instituto o en un colegio los profesores no suelen ser “nativos”, además, los alumnos están en grupos de 20-30, hay varios niveles en cada aula pero todos tienen el mismo libro y todos tienen que cumplir unos objetivos determinados de antemano, sin conocer el punto de partida de cada alumno (los profesores diseñan material especial para los alumnos con NEE, eso sí, y se supone que también hay que controlar su trabajo). El hecho de que haya tantos alumnos por aula implica que el profesor a duras penas puede controlar el trabajo oral de sus alumnos y que los 55 minutos de clase no son suficientes para que los alumnos puedan escuchar el trabajo oral de sus compañeros. En las aulas en las que no hay ningún tipo de material audiovisual (los departamentos de lenguas extranjeras suelen disponer de algunos reproductores de audio, pero los reproductores de video tienen que ser reservados con antelación y hay que ir a buscarlos, lo que se traduce en una pérdida de tiempo significativa) ni tampoco ningún lugar donde guardar el material adicional que pueda ser necesario (hablamos de un simple armario cerrado con llave, que conste). Además, suele haber un presupuesto para fotocopias al que hay que ajustarse. Ah, y si un alumno (o unos cuantos) decide que su deporte favorito es no hacer nada de provecho y reventar las clases, no se le puede sacar del aula.
En cuanto a eso de los profesores “nativos” o “no nativos”. Después de haber trabajado en varias escuelas de idiomas, siendo en muchos casos la única profesora de inglés “no nativa” de la plantilla, he llegado a varias conclusiones. Ser nativo no implica que uno conozca su propia lengua, que la hable correctamente, ni que tenga los conocimientos necesarios para enseñar. Para darse cuenta de lo que digo basta con hacer el experimento al revés y pensar en cómo habla y escribe su propia lengua la gente de la calle, en general. ¿Verdad que muchos de ellos no son un buen ejemplo de uso de su propia lengua? Pues ahí voy. Muchos de los profesores de escuela de idiomas “nativos” que he conocido no tenían más que el equivalente al bachillerato. De hecho, los profesores “nativos” cualificados para enseñar en un colegio de enseñanza reglada suelen acabar ahí, en la enseñanza reglada, o haciendo cualquier otra cosa, entre otras cosas porque lo que cobran en una escuela de idiomas es una miseria y se van en cuanto encuentran un trabajo mejor pagado. Y si no están cualificados para la docencia en colegios también suelen irse en cuanto encuentran otra cosa que les permita vivir mejor, como servir copas en un bar, por ejemplo.
A todo esto, me he decidido a hablar de esto después de haber leído este artículo en El País. En realidad no quería hablar de la promesa de Rodríguez Zapatero (imposible de cumplir mientras no cambien muchas cosas), ni explicar una de las razones de ese nivel deprimente de inglés de los alumnos que salen de ESO o de Bachillerato. Más bien quería hablar de otro factor, de carácter psicológico, que parece afectar a algunos hablantes de lenguas mayoritarias, fuertes: ese factor que yo llamo monolingüismo mental. Pero creo que eso tendrá que quedar para otra ocasión. Igual dentro de un rato, igual mañana, igual dentro de un mes, igual nunca... quién sabe.
6 comentaris:
Deixen entrar a les EOI professors que només tenen nivell de batxillerat? És que quan jo vivia a Figueres, vaig anar a buscar feina a l'EOI de Girona i em van dir que podria ensenyar el francès, perquè estava llicenciat en filologia francesa, però no l'anglès, perquè no tenia cap titulació.
De fet, ni podia ensenyar el francès perquè no tenia convalidat la meva llicenciatura.
No, Tim. En cap moment he parlat d'escoles oficials d'idiomes, sinó d'escoles d'idiomes, és a dir, les que qualsevol es pot inventar, privades, on no cal ser llicenciat. A les EOI sol passar el que passa als institut de secundària i a les escoles, que el professorat és llicenciat i no sol ser nadiu. :)
Tú hablas de una enseñanza meritocrática, cosa que aborrecen los sociatas y los progres en general.
Leyéndote me he acordado del poema de Fray Josepho sobre la ESO.
http://www.libertaddigital.com/index.php?action=desaopi&cpn=34853
En la escuela elemental / la jornada ya se inicia / y los peques, bulliciosos, / hacia el aula se encaminan. / Los recibe una maestra / concienciada y progresista:
– Callaos, alegres párvulos, / y sentaos, tiernas niñas, / que va a comenzar la clase / de una nueva disciplina, / tal como ordena el Gobierno / del Partido Socialista. / A ver, Jaimito, no enredes; / no grites más, Pilarica, / que empieza la Educación / para la Ciudadanía. / Sacad cuadernos y lápices / de las enormes mochilas / y escuchad atentamente, / que os lo vais a pasar pipa. / ¿Quién de vosotros conoce / qué cosa es una familia? / A ver, levantad la mano, / que la respuesta es sencilla. / ¡Huy, cuántas manos, qué bien! / Venga, responde tú misma.
Y, allí, desde su pupitre, / una rubia de gafitas, / con aparato en los dientes, / de tal modo respondía: / –La familia es un varón / que se casa (o bien se lía) / con una mujer, su cónyuge, / y en la misma casa habitan, / teniéndose tanto amor, / tanto respeto y estima, / que andando el tiempo, tal vez, / engendrarán criaturitas, / como las que, verbigracia, / en esta clase se apiñan.
– ¡Muy mal! –con voz destemplada / aúlla la señorita, / mirando furiosamente / a la marisabidilla. / –No tienes remota idea / de lo que ahora se estila. / Seguramente tus padres, / perversos, te mediatizan, / o, anclados en el pasado, / permanecen todavía / y te obligan a pensar / con muy poca perspectiva... / ¡Los demás, no recordéis / lo que ha explicado esta niña / y borrad de vuestras mentes / tal superstición indigna! / Y tú, la del aparato, / la de coleta y gafitas, / que sepas que es muy probable / que este curso lo repitas, / por empollona, por facha, / por pedante y por redicha. / Pero, bueno, prosigamos, / tras esta pendencia nimia...
A ver, los que sean "gays" / (nunca digáis "mariquitas") / de los niños de esta clase, / que levanten la manita. / Y que la eleven también, / de entre las alumnas niñas, / las que se sientan lesbianas / ("tortillera" es grosería). / Porque debéis saber ya, / queridos chicos y chicas, / que también de homosexuales / se puede formar familia. / Y es que hay una nueva ley, / que ha de ser obedecida, / y ahora los matrimonios / de "matri" no tienen pizca, / y pueden estar formados / por dos chorbos o dos tías, / o tal vez por transexuales, / o personas travestidas, / que no importa de qué género / tengan sus partes más íntimas. / Y lo tocante a los hijos / no es la cuestión sustantiva, / pues los retoños se adoptan / o si hace falta, se alquilan, / que es más cómodo, más limpio / y no da tanta fatiga.
¿Estáis tomando ya nota / de la lección impartida? / Que esto entrará en el examen / y ¡ay de aquel que no me siga! / A ver, os preguntaré, / queridos niños y niñas: / ¿ninguno tenéis dos padres / cada cual con sus criadillas, / o dos mamás con ovarios / y con sus sendas vaginas? / ¿Nadie levanta la mano? / ¡Caray, qué clase más tímida! / ¡Salid ya de los armarios, / infantillos e infantillas, / aprended de amores sáficos / y estudiad las sodomías, / que se acercan nuevos tiempos / y hace falta estar al día! / Pero, ojo, no temáis, / porque aquí a nadie se obliga. / Ante todo, tolerancia, / talante y campechanía...
A ver, Mohamedecito, / el de la tercera fila, / que te rebulles inquieto / cual rabo de lagartija, / contéstame la pregunta, / que no es muy comprometida: / ¿tienes dos papás, acaso? / –No los tengo, señorita, / porque tengo sólo uno, / que es imán de la mezquita. / Pero mamás tengo cuatro, / como en mi tierra se estila, / según permite el Corán, / que es escritura divina. / ¡Que Alá proteja a mi padre / y que a mis madres bendiga!
Al oír palabras tales / del pequeñuelo islamita, / la maestra, muy turbada, / quiere hablar y se trompica, / y al fin acierta a decir, / azorada y confundida: / –Ejem, ejem... Bueno, niños / por hoy la clase termina; / voy a ver al inspector, / para resolver dudillas... / Guardad cuadernos y lápices / otra vez en las mochilas. / Podéis salir al recreo, / sin bulla ni gritería, / que mañana seguiremos / transmitiendo la doctrina / de la nueva Educación / para la Ciudadanía.
Yo no hablo de una enseñanza meritocrática, anonymous...
Yo simplemente hablo de lo que hace falta para enseñar un idioma extranjero y que los alumnos que quieren aprenderlo, lo aprendan (a los que no quieren aprender les puedes poner lo que sea, que no van a aprender). Y me quejo, como muchos profesores, de que quienes jamás han pisado un aula desde que dejaron de estudiar se dedican a prometer cosas de las que no tienen ni idea. Luego otros, que seguramente tampoco han pisado un aula desde que dejaron de estudiar (o si enseñaron fue hace mucho tiempo) se inventan una reforma, que suele ir montada sobre otra anterior, para que esas promesas se cumplan. Y más tarde nosotros, sin que nadie nos haya preguntado qué opinamos del tema, tenemos que comernos todo eso. Y encima si no sale bien nos llevamos las culpas.
En cuanto a eso de los progres... yo siempre me he tenido por muy progre. Pero una cosa es ser progresista y otra muy distinta es la experiencia que uno tiene de su trabajo.
Y el poema ese me parece bastante patético, tanto en cuestión de contenido como en cuestión de forma, pero eso es solamente una opinión personal. Eso sí, me pregunto cuál de las cosas que escribí ha hecho que te acuerdes de ese poema, porque yo soy incapaz de ver la relación. Igual estoy especialmente espesa a estas horas... así que mejor me voy a dormir.
Me he acordado porque hace pocos días acabé de leer "Opera heretica", de Fray Josepho. Cuando contabas la pérdida de autoridad de los maestros sobre los alumnos me vino a la cabeza una sección entera del libro dedicada a la ESO.
Y como satírico, Fray Josepho es, junto a M. de Sans Foy, delicioso.
El problema de los progres es que progresando hacia atrás queriendo volver al Pleistoceno se han quedado congelados en alguna glaciación
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