Pues sí, algunos amiguetes me han pedido que recupere algunas cosas, como esta carta al director que escribí en respuesta a un artículo de opinión aparecido en "El Mundo" (versión Baleares) en esos días en los que estába chunguísima de salud y encima me hacía mala sangre leyendo ciertas cosas. Ahora estoy mejor de salud, gracias, y solo leo cosas que me gustan, me hacen feliz y me aportan cosas. Es decir, he dejado de leer "El Mundo" (versión Baleares). Primero va el artículo original (pedazo indescriptible de literatura) y luego mi humilde comentario, RAE en mano. Debo decir que lo envié al periódico, pero que nadie dijo esta boca es mía y, evidentemente, no lo publicaron. Así que lo publico yo. Porque yo lo valgo.
La madre del cordero catalán
Hay un estudio sociológico y, sobre todo, económico por hacer del catalanismo balear que, probablemente, nos iluminaría sobre aspectos insospechados de un movimiento aparentemente cultural y «nacionalista» que, sin embargo, oculta una realidad más pedestre y menos «idealista». ¿Cuánto dinero mueve el cotarro catalanista? ¿Cuántas personas reciben vida y se alimentan, no «dels amors del cel» como el famoso pino costalloberino, sino de los dineros autonómicos vertidos generosamente a obraculturabitas, normalizadores varios, filólogos omnipresentes y omniscientes, talibanes oficiales y profesores unívocos y unidimensionales? Seguramente, quedaríamos impresionados, por el número de paniguados y por las cuantías dinerarias. Al final, el catalanismo reducido a un modus vivendi cómodo y el fervor lingüistico, a una defensa encendida de las sopas. El coste de estos «evaluadores» rebeldes, la feroz negativa a admitir que diez años de catalán no son suficientes para obtener el certificado de nivel C y la oposición numantina al bilingüismo abonan la especie de que, aquí, se produce una lucha menos noble de lo que aparenta. Con lo del catalán hemos creado un cotarro de enormes dimensiones que conviene reducir a sus justos límites. Se matarán dos pájaros de un tiro: reducir un gasto público desaforado y reducir el insoportable pressing de la talibanía catalanista.
COMENTARIO A “LA MADRE DEL CORDERO CATALÁN” APARECIDO EN “EL MUNDO – EL DÍA” EL 3 DE FEBRERO DE 2004.
Dejando aparte el hecho de que mis alumnos de 1º de Bachillerato cuya lengua materna es el castellano me obsequian a menudo con palabras como “hasinque” (así que), “poseso” (pues eso) y “hosea” (o sea), cosa que hace evidente que su nivel de competencia en su propia lengua no sería equivalente al nivel C (los niveles se dividen internacionalmente, para todos los idiomas, en 5, correspondiendo el C al intermedio) y que hace cuestionar de entrada su competencia en cualquier otro idioma de posterior adquisición, me limitaré a analizar y comentar su editorial desde un punto de vista lingüístico (sí, esa palabra lleva una bonita tilde sobre la segunda i, como toda esdrújula que se precie).
Con su texto delante y la vigésima segunda edición del diccionario de la lengua española de la RAE en mano compruebo que las palabras costalloberino, obraculturabita, normalizador, pressing y talibanía no constan en el diccionario. Noto una gran facilidad para inventar palabras y un pobre uso de la lengua, pero a lo mejor es un simple caso de “contra ignorancia, imaginación”.
Analizo luego el significado de adjetivos y sustantivos usados en su editorial. Para empezar califica a los filólogos de omnipresentes (1. adj. Que está presente a la vez en todas partes, atributo solo de Dios. 2. adj. Que procura acudir deprisa a las partes que lo requieren.) y me pregunto por qué tendrán los filólogos tanta prisa... porque, claro, alguien culto y con carrera que domina su lengua, al menos hasta el nivel C, no usaría algo que es atributo sólo de Dios para calificar a una persona... ¿o quizá sí? Luego además resulta que son omniscientes (1. adj. Que tiene omnisciencia. 2. adj. Que tiene sabiduría o conocimiento de muchas cosas.). Oiga, que son filólogos, no concursantes del “Saber y Ganar”. Tienen conocimiento de una cosa: la cultura tal como se manifiesta en la lengua y la literatura. Eso es lo que significa la palabra “filólogo”. Curioso, ¿verdad?
Luego se habla de unos “talibanes oficiales”. Según el diccionario talibán significa: 1. adj. Perteneciente o relativo a cierta milicia integrista musulmana. 2. com. Integrante de esta milicia. Ante esto, no puedo menos que preguntarme desde cuándo tenemos por aquí miembros de milicias integristas musulmanes y, peor aun, desde cuándo resulta que éstos han tomado carácter “oficial”. La verdad es que da miedo pensarlo. Pero da mucho más miedo observar el uso inadecuado de la lengua para causar un efecto sobre los lectores que no tienen la paciencia y el criterio necesarios para analizar lo que realmente se está diciendo: nada. Los talibanes oficiales no existen. Las aguamarinas volátiles, tampoco, pero al menos queda mucho más poético.
Más adelante se refiere a los profesores como “unívocos” (1. adj. Que tiene igual naturaleza o valor que otra cosa. U. t. c. s. 2. adj. Fil. Dicho de un término: Que se predica de varios individuos con la misma significación. U. t. c. s. Animal es término unívoco que conviene a todos los vivientes dotados de sensibilidad.) Deduzco que se refería a la primera acepción, ya que en caso de referirse a la segunda llegaríamos a la conclusión “profesor es el término unívoco que conviene a todos las personas que se dedican a la docencia”, cosa que en modo alguno resulta insultante, y que además es obvia y gratuita. Así que llego a la conclusión de que me corresponde hacer análisis de conciencia, o tener una crisis existencial directamente, y preguntarme: ¿A qué otra cosa tengo igual naturaleza o valor? Por si lo de “unívoco” fuera poco trauma, encima soy “unidimensional” (1. adj. De una sola dimensión.) Ya que al parecer sólo tengo una dimensión, por favor, dígame qué dimensión es esa. Más que nada es por saber si debo deprimirme, flagelarme, o suicidarme sin más preámbulo.
Sigamos. Al parecer los obraculturabitas inexistentes según el diccionario, normalizadores también inexistentes según la misma fuente, los filólogos, los talibanes oficiales (y las aguamarinas volátiles de paso) y los profesores somos “paniguados”. (1. m. Servidor de una casa, que recibe del dueño de ella habitación, alimento y salario. 2. m. Allegado a una persona y favorecido por ella.) Y aquí ya no sé si es que hemos retrocedido en la historia y resulta que tengo un “amo” que me mantiene y me cobija, o si me he convertido en amante de alguien que me favorece, o si es que me están acusando sutilmente y con el término equivocado de chupar del bote por el mero hecho de haber aprobado una oposición en los tiempos en que aun no se habían hecho las transferencias en materia de educación a la comunidad autónoma. Dejo mi perplejidad de lado y sigo con el análisis.
Paso por alto las frases rimbombantes y casi incomprensibles acerca del catalanismo como modus vivendi (1. m. Modo de vivir, base o regla de conducta, arreglo, ajuste o transacción entre dos partes. Se usa especialmente refiriéndose a pactos internacionales, o acuerdos diplomáticos de carácter interino.), lo del fervor lingüistico (sic) y lo de la defensa encendida de las sopas (expresión horrible, por cierto) y llego a esa parte en la que dice el anónimo autor que hemos creado un cotarro (1. m. Ladera de un barranco. 2. m. coloq. Colectividad en estado de inquietud o agitación. 3. m. Recinto en que se daba albergue por la noche a pobres y vagabundos que no tenían posada.) de enormes dimensiones. Deduzco de nuevo. El autor no se refiere a la acepción 1. Pido explicaciones de nuevo. ¿Se refiere a la segunda acepción? En ese caso, ¿quiénes son los integrantes de esa colectividad en estado de inquietud o agitación? ¿quién ha “creado” esa colectividad en estado de inquietud o agitación? ¿Los inquietos y agitados son los paniguados mencionados anteriormente, o son otros? ¿Se refiere a la tercera acepción? Tendría su lógica: Los paniguados son pobres y vagabundos sin posada cobijados en un albergue creado para ellos. Al final va a resultar que en lugar de presentarme a una oposición estaba pidiendo limosna y cobijo. De lo que se llega a enterar uno leyendo el periódico.
Finalmente el autor anónimo nos regala con la expresión “gasto desaforado”. (1. adj. Que obra sin ley ni fuero, atropellando por todo. 2. adj. Que es o se expide contra fuero o privilegio. 3. adj. Grande con exceso, desmedido, fuera de lo común.) Deduzco otra vez que “desaforado” corresponde a la acepción 3, y me pregunto: ¿Tanto cuesta usar la palabra “enorme”, “muy grande”, “excesivo”? Sigo leyendo: pressing. ¿Tanto cuesta usar la palabra “presión”? Hasta el final: talibanía (que no existe según el diccionario) catalanista. Decido que no puede preocuparme algo que no existe. Mejor para mí.
Acabo el texto. Llego a la conclusión de que su contenido es totalmente desaforado (acepción 1). Y también llego a la conclusión de que una persona que ha asistido a clase de catalán durante 3 horas semanales durante 10 años, sea o no su lengua materna, no necesariamente posee el nivel de competencia lingüística requerido en el nivel C, ya que ante mí tengo un ejemplo maravilloso de la incompetencia lingüística de alguien que supuestamente tiene una carrera universitaria.
Y, por cierto, la “madre del cordero” no tiene más remedio que ser una oveja.
Un/a profesor/a de secundaria, ni de catalán ni de castellano, por cierto.
Sugerencia: quizá sería mejor cambiar el título de la sección por “El mundo” opina. Sin las comillas da la impresión de que todo el mundo opina eso... y sería lastimoso y patético que así fuera.