Llego a casa a mediodía. Calle desierta. Aparco. Llega mi vecino más tarde. Aparca su furgoneta al otro lado de la calle, de tal forma que solamente puede pasar un coche, eso suponiendo que no sea muy grande. No creo que haga falta tener mucha inteligencia para darse cuenta de que poniendo la furgoneta dos metros más adelante o más atrás sí que podrían pasar, o para ponerla en el mismo lado de la calle en la que ya hay coches aparcados. Con un poquito es más que suficiente. Así que deduzco que, o no tiene, o la tiene sin estrenar, toda bonita ella bien envuelta en su papel burbuja, tal como se la dieron al nacer.
No es la primera vez que pasa. La semana pasada pasó exactamente lo mismo, eso sí, yo no salí casualmente a ver si todo estaba bien. Me sacó de casa el claxon insistente de un camión que no podía pasar. Y salí (en pijama y zapatillas) a mover el coche. Y luego, cuando el camión ya había pasado, sale el vecino a decirme que no tengo que mover el coche, que esta calle no es para que pasen camiones y que lo que tienen que hacer es dar marcha atrás. ¡Y encima me lo dice gritando! Como si yo tuviera la culpa de algo. Le digo que si mi coche ya está aparcado cuando llega podría intentar poner el suyo de forma que se pueda pasar, pero él sigue gritándome. Yo paso de dedicarme al ejercicio de la dialéctica en pijama y me meto en casa calladita como una muerta y, seguramente, con cara de pensar que el tío está como un cencerro.
Después de lo de hoy, me imagino que lo que pasa es que el hombre ha decidido que, por sus santos cojones, va a usar mi coche siempre que esté aparcado para impedir que pasen camiones. A mí, sinceramente, no me parece normal que pasen camiones por esta calle, pero no estoy dispuesta a que un camionero cabreado decida rayar mi coche, o darle un golpe aprovechando la preferencia de peso.
¿Qué hago? ¿Voy a su casa y le pido que, por favor, no use mi coche como obstáculo para impedir el paso de esos camiones que tanto odia? ¿Le saco la lengua cuando le vea por la calle? ¿Le canto la canción de “South Park”? ¿Le echo al gato?
No es la primera vez que pasa. La semana pasada pasó exactamente lo mismo, eso sí, yo no salí casualmente a ver si todo estaba bien. Me sacó de casa el claxon insistente de un camión que no podía pasar. Y salí (en pijama y zapatillas) a mover el coche. Y luego, cuando el camión ya había pasado, sale el vecino a decirme que no tengo que mover el coche, que esta calle no es para que pasen camiones y que lo que tienen que hacer es dar marcha atrás. ¡Y encima me lo dice gritando! Como si yo tuviera la culpa de algo. Le digo que si mi coche ya está aparcado cuando llega podría intentar poner el suyo de forma que se pueda pasar, pero él sigue gritándome. Yo paso de dedicarme al ejercicio de la dialéctica en pijama y me meto en casa calladita como una muerta y, seguramente, con cara de pensar que el tío está como un cencerro.
Después de lo de hoy, me imagino que lo que pasa es que el hombre ha decidido que, por sus santos cojones, va a usar mi coche siempre que esté aparcado para impedir que pasen camiones. A mí, sinceramente, no me parece normal que pasen camiones por esta calle, pero no estoy dispuesta a que un camionero cabreado decida rayar mi coche, o darle un golpe aprovechando la preferencia de peso.
¿Qué hago? ¿Voy a su casa y le pido que, por favor, no use mi coche como obstáculo para impedir el paso de esos camiones que tanto odia? ¿Le saco la lengua cuando le vea por la calle? ¿Le canto la canción de “South Park”? ¿Le echo al gato?
Ah, y ayer cuando me iba, un poco más abajo, había otro que también la guarda envuelta en papel burbuja, o que se los pisa al caminar, vete a saber. Aparcado, en medio de la calle, con las luces de avería puestas. Y sitio de sobras para aparcar a los dos lados de la calle, pero no para que pasara otro coche.
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