Mi madre ha venido a pasar unos días en casa y, como no, en algún momento tenía que tocar eso de irnos por ahí a hacer el guiri. Esta mañana hemos bajado a Oporto con la sana intención de comer bacalao en la ribeira y luego dar un paseo y ver cosas. Como mi madre está un poco débil después de casi morirse hace un par de semanas a causa de un shock séptico, se nos ha ocurrido la brillante idea de subirnos en uno de esos autobuses de dos pisos, el de arriba descubierto, que hacen un circuito turístico por la ciudad. La verdad es que, al menos en el caso de Oporto, con tantas cuestas y tanto adoquín, lo del autobús de guiris es mejor idea que patearse la ciudad. Además, se supone que una no hace esas cosas cuando vive en un sitio y, claro, yo me he pasado los dos últimos años conduciendo y caminando por Oporto, pero sin ver Oporto, o al menos sin verlo tranquilamente.
Hemos escogido un bus al azar, el primero que estaba en nuestro camino, y ha resultado ser el circuito histórico. Al subir al autobús nos han dado nuestro billete, que sirve para los dos circuitos turísticos y todas las líneas de bus de la ciudad durante veinticuatro horas, y unos auriculares de todo a cien para que escucháramos las explicaciones grabadas acerca del circuito en cuestión. Después de averiguar que nuestro canal de audio era el número 3, nos hemos dedicado a mirar el paisaje urbano mientras una voz femenina nos iba explicando cosas acerca de los lugares por donde pasábamos en un castellano bastante extraño. Y ahora viene cuando alguien se pregunta: Castellano extraño, ¿por qué? Pues porque la pronunciación de la locutora era casi impecable, pero lo que decía no era español. O no era español correcto, que viene a ser lo mismo. Así que me he pasado un buen rato preguntándome cómo era posible que con esa pronunciación casi perfecta dijera semejantes burradas sin inmutarse. No he encontrado ninguna respuesta satisfactoria, así que si alguien de la SMTP o de Carristur lee esto y lo sabe, por favor, que me lo cuente.
El viaje para mí se ha convertido en algo así como una tortura. Y es que cuando una se dedica a esas cosas de la traducción llega a desarrollar una extraña deformación profesional que consiste en detectar errores, omisiones y demás actos perpetrados contra la lengua. Detectarlos, anotarlos y corregirlos mentalmente y, si la compañía lo permite, comentarlos en voz alta. Y como, además, una ha sido profe de inglés durante casi veinte años, a eso se une una necesidad imperiosa de sacar un boli rojo (o rosa, en mi caso concreto) y de ir marcando todas las burradas que oye. Y de poner nota. (Y aquí viene cuando hago un inciso para decir que, precisamente por eso, no me he atrevido a poner el audio en inglés.) Y es que cuando una está acostumbrada a poner nota sabe que una pronunciación casi excelente no suele ir unida a una gramática casi inexistente, a calcos del idioma de origen, o a traducciones a golpe de diccionario. Saber eso no ha hecho más que contribuir aun más a mi desasosiego por esa pronunciación maravillosa unida a ese español infame.
Voy a dar algunos ejemplos de mi tortura de esta tarde. Intentaré olvidarme del tono relamido del discurso y de la cantidad ingente de cursiladas sin sentido que he tenido que escuchar, como por ejemplo que la cantidad de camelias que hay en la ciudad le dan un aspecto diáfano. (¿Diáfano? ¿Por las camelias? Que me lo expliquen.) Me centraré en cosas más objetivas y concretas, como por ejemplo una nueva estructura gramatical calcadita del portugués: estar a + infinitivo, que en buen español sería estar + gerundio. No sabéis cómo y cuánto he deseado que el traductor hubiera sido brasileño, porque al menos en Brasil usan el gerundio. Así pues, me he enterado hoy de que “las villas que hay en esta parte de la ciudad están a mantener el requinte...” (¿El requinte? ¿Qué c*** es eso?) Y ahora me doy cuenta de que al corrector de Word le da igual el palabro, pero en el diccionario de la RAE eso de requinte no está.
Pero es que más adelante hemos pasado por delante de “una fachada con una requintada ornamentación”. Ole. - El corrector de Word ya me está mosqueando mucho, porque reconoce el verbo requintar y toda su conjugación. Visitemos el diccionario:
Requintar:
1. tr. Pujar la quinta parte en los arrendamientos después de rematados y quintados.
2. tr. Sobrepujar, exceder, aventajar mucho.
3. tr. Mús. Subir o bajar cinco puntos una cuerda o tono.
4. tr. Am. Cen., Arg., Col. y Méx. Poner tirante una cuerda.
5. tr. Arg. Levantar o doblar hacia arriba el ala del sombrero.
6. tr. Col. Cargar una caballería.
Parece que eso de requintar no procede, al menos en este caso. Y aquí es cuando una se da cuenta de que a un portugués se le debe poner el cuerpo muy, pero que muy mal cuando tiene que decir que algo es exquisito, o que es de una exquisitez suprema, tan mal cuerpo que ya no le da el ánimo para buscar sinónimos y tiene que inventarse eso del requinte y el requintado.
Más. Al parecer al traductor se le olvidó que se suponía que tenía que traducir para que la gente que habla español entendiera las cosas. Ejemplo: “Al final de esta calle llegaremos a un largo dedicado a...” Y uno llega al final de la calle y no ve nada largo. Como mucho ve una plaza. Cuando hace cuatro o cinco veces que ves una plaza cuando esperas ver algo largo, llegas a la conclusión de que un largo debe ser más o menos una plaza. Bingo. ¿Pero cuesta tanto decir plaza, especialmente cuando la palabra largo existe en español y significa otra cosa? Otro ejemplo: “Fue en este local donde...” Y una, como una imbécil, buscando el local de marras. Y otra vez lo mismo: después de buscar locales varias veces sin ver más que espacios abiertos, una llega a la conclusión de que local significa “lugar” o “sitio”. Hay que decir que, curiosamente, ambas palabras también existen en portugués. También recuerdo el empeño en usar el artículo cuando no se tiene que usar (“toda la ciudad hace la apología del granito” -que me lo expliquen también, que lo de hacer apología del granito tiene su coña) y en usar el género equivocado (“desde aquí se ve la ponte de Don Luis” -de la omisión del diptongo mejor ni hablo). En resumen, la tortura ha consistido en una sarta de cosas que un español no diría jamás.
Al finalizar el recorrido, mi madre y yo nos hemos metido en un bar, a hacer eso que hacen los peces en el río. Las dos cosas. Hemos comentado la tortura de la traducción brevemente y hemos pasado a otros temas. Al salir del bar con ánimo de coger el coche para volver a casa hemos visto que estaba en la parada el otro bus, el del recorrido de los puentes. Y nos hemos metido en él. Que nadie se atreva a decir que las mallorquinas no demostramos valor y presencia de ánimo.
Nada más entrar le he comentado al conductor que habíamos hecho el otro recorrido y que la traducción era penosa, y él nos ha dicho que en ese circuito había guía y que la guía iría explicando el recorrido en portugués, español e inglés. Bendita diferencia. La guía tenía acento portugués al hablar, pero su español era mucho más correcto que el de la grabación del circuito anterior. Su inglés también era muy bueno. Además, no iba leyendo un montón de cursiladas sin sentido. Iba explicando las cosas y no decía exactamente lo mismo en todos los idiomas aunque estuviera siguiendo un guión. Por otra parte, ha subido a hablar con los turistas y nos ha dado algunas explicaciones más a cada grupo, en el idioma correspondiente, claro.
Mi pregunta final es más o menos la misma de siempre. ¿Por qué no se hacen las cosas bien? Si se hace una grabación en varios idiomas lo lógico sería que fuera impecable, tanto la locución como la traducción. No me cabe en la cabeza que alguien con una pronunciación excelente sea capaz de decir semejantes burradas, a menos que le hayan dicho eso de “tú lee lo que está escrito y no cambies ni una palabra”. No será la primera vez que eso le pasa a un locutor o a un traductor que hace locuciones. Más de uno me ha contado sus experiencias en ese sentido.
Por otra parte, desde que vivo en Portugal me he dado cuenta de una cosa bastante curiosa. Al parecer en Portugal no se perciben las diferencias que hay entre el portugués y el español, tanto en cuestión de estructuras gramaticales como en cuestión de vocabulario. Parece como si cualquiera que hubiera tenido un contacto relativamente significativo con la lengua española, como por ejemplo pasar un par de semanas al otro lado de la frontera en verano, fuera capaz de traducir al español correctamente. En internet hay numerosos ejemplos prácticos de esto que estoy diciendo. Basta buscar sitios de hoteles, casas de turismo rural y servicios turísticos para entender lo que estoy diciendo.
Sé que muy posiblemente a las empresas responsables de estos circuitos turísticos les saldrá mucho más a cuenta hacer una grabación en varios idiomas que contratar a los guías necesarios para hacer las explicaciones en todos esos idiomas. Las grabaciones no les preguntarán a los turistas si está todo bien, o si tienen alguna otra pregunta, pero salen más baratas, eso está clarísimo. Así que, si optan por lo más barato, lo lógico sería que al menos se molestaran en hacerlo bien. No cuesta tanto buscar a un traductor profesional. Igual no sería tan barato como ese otro traductor que ha pasado unas cuantas semanas de vacaciones en España, o trabajando como camarero. Mi madre siempre dice que, al final, lo barato sale caro, y creo que en este caso concreto habría que darle la razón.
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